Por parte de algunas organizaciones del sector del aceite de oliva ha habido durante los últimos años denuncias acerca de la inseguridad jurídica sobre la aplicación normativa del análisis sensorial regulatorio. Algunos de estos agentes demandan la no aplicación de la misma y limitarla a un control previo pero no del producto en el mercado durante su vida útil en el mercado.
En nuestra modesta opinión seguimos a favor de mantener y reforzar incluso el control de análisis sensorial y la normativa vigente, al igual cuando firmamos el manifiesto firmado en 2018 por parte de muchísimas almazaras, cooperativas, organizaciones agrarias, universidades y otros actores del sector.
El eliminar la normativa al respecto sería permitir la situación ya irregular en la que se encuentran muchos aceites en el mercado, que están etiquetados como virgen extra, pero que no lo son puesto que están al límite o fuera de norma en cuanto al análisis sensorial. Y pese a que eso no los hace desechables y se pueden consumir, es un fraude puesto que no se corresponde la calidad de la etiqueta con lo que el comprador recibe.
Además, es una competencia desleal con los productores que sí que embotellan aceites irreprochables y sin defectos, sea cual sea la variedad u origen, con o sin denominación de origen o sello de calidad.
Todos los AOVE sin diferencia deben de tener frutado y ausencia de defectos para poder llamarse así “Virgen Extra”.
Los métodos empleados y aprobados son los del COI (Comité Oleícola Internacional), y se trata de un método científicamente aprobado, perfectamente definido. Además, los paneles tanto del Ministerio como de la Denominaciones de origen y Comunidades Autónomas que controlan este análisis están acreditados por ENAC. Como todo método analítico puede tener errores y por tanto, es susceptible de ser mejorado, pero es la única herramienta de diferenciación que disponemos para poder distinguir el Aceite Virgen Extra, Virgen y Lampante a nivel sensorial, y por tanto, no puede ser obviada ni eliminada.
En tal caso, los pequeños productores de AOVE estaríamos indefensos ante la competencia desleal de aceites comestibles pero que no cumplen con los estándares de calidad exigidos por la normativa.
La parte que propone abolir esta medida de control argumenta la mala conservación de los aceites embotellados en los puntos de venta, tales como supermercados. Si bien, puede que no sea todo lo adecuada que se debe, el que embotella debe conocer las características de su producto y del envase y dar una fecha de consumo preferente acorde a la calidad y esperanza de vida útil, o bien optar por etiquetar con la calidad inferior asumiendo la pérdida de valor. He aquí la cuestión: 'normalmente los supermercados piden fechas de consumo preferentes muy largas y no siempre es posible darlas'…
Qué duda cabe de que hay que mejorar en los controles y que estos sean justos y equitativos, pero eliminar la única herramienta de diferenciación del aceite virgen extra sería un terrible error y no solo perjudicial para los intereses de quien fabrica con calidad sino también para los que quieren consumirla…